viernes, 17 de abril de 2015

Prostitutas venezolanas conquistan Panamá.

Es un hecho: el barril de petróleo no es lo único rentable para Venezuela. Tampoco lo único exportable. El oro negro, aunque devaluado y en picada, se encumbra en los pináculos de venta y, no obstante, otras curiosidades lúbricas se asoman en las listas generadoras de divisas. Son otros los yacimientos.

Unos en los que también hay expediciones y perforaciones. Se trata de las camas. Pequeñas minitas. Y sus dueñas lo saben. Una ola de “damas de compañía”, oriunda de Caracas lo mismo que Valencia, ha emigrado en búsqueda del sueño dorado. A sabiendas de las devaluaciones del bolívar y el desmedro de la calidad de vida, decenas de prostitutas criollas vuelan y se pavonean en otros confines donde el verde billete dólar hace guiños y coqueteos.

La prueba de esto es el último informe de la Oficina de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) en Panamá: “Se observa un incremento de mujeres procedentes de Venezuela para ejercer la prostitución en Panamá, lo que debe analizarse más exhaustivamente para verificar las condiciones en las que llegan al país y si la actividad realizada responde a una decisión personal o es fruto de haber sido captada por alguna red de trata”. Las autoridades no solo lo denuncian sino también las colegas colombianas. Las venezolanas les están quitando sus clientes, sobre todo en Panamá.

Las “pretty woman” salen de Maiquetía con las maletas —cual viaje de negocios— repletas con sus chucherías del placer. Su destino u oficinas: bares, casinos y hoteles. Sus clientes: extranjeros calientes. Una vez que llegan a la tierra del Canal se preparan para hacer negocios y quitarse todo —hasta el nombre. Sus servicios pueden pasearse entre la púdica suma de 150$ y la obscena cifra de 800$ por noche. Todo depende de los atributos que les haya dado la naturaleza o el bisturí. Yina, una venezolana ejecutiva del sexo, lleva seis meses alquilando sus besos y jadeos en Panamá. El sostén que se asoma a través de su traslúcida blusa la deja en evidencia. Sus canas reflejan su experiencia entre las sábanas. Los cincuenta no juegan carrito. Ella captura con sus quiebres de cadera a sus hombres en el casino del Hotel Veneto: considerado por algunas casquivanas centro de operaciones ubicado entre la Avenida Eusebio Morales y la calle Vía Veneto, epicentro del turismo local, a pocas cuadras de los grandes hoteles El Intercontinental, El Hilton Garden Inn, El Crowne Plaza.


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